Usted sabe la verdad, usted lo
sabe todo, a dónde fue a parar el tarro de juguetes, en dónde se
esconde Antonio para que nunca lo encontremos. También conoce de lo
que hablan los árboles en las noches de viento y no se cansa de
recorrer las tuberías de mi casa escuchando los murmullos de la
piedra y la madera. ¿Sabrá también usted, señor
Oruga-espejo-brillante, por qué no me dejan dormir los gritos sordos
de los esqueletos que tienen los pies hundidos en baldes de cemento
en el fondo del mar del fondo oscuro de debajo de mi cama?