«El gozo imperfecto»


¿Usted qué dice, lector? ¿A qué varón no le ha pasado, en las borrascas del devenir de su experiencia sexual, quedarse “con el dardo del amor como una flor marchita”? ¿Quién no ha estado en esa situación que paradójicamente podemos rotular de embarazosa? Y por otro lado, usted, lectora ¿acaso no se ha visto alguna vez defraudada, dejada en banda, insatisfecha? ¿Qué mujer no ha sabido si reírsele en la cara al pánfilo o tratarlo con ternura maternal? ¿Cuántos de aquellos hombres y mujeres se levantaron y se fueron y cuántos se quedaron para intentar reavivar el fuego luego de una siestita?

No lo sabemos y nunca lo vamos a saber. Pero tenemos un testimonio. El poema se llama «El gozo imperfecto» (The Imperfect enjoyment) y fue escrito por John Wilmot en algún momento que desconozco entre el paréntesis de sus 33 años (1647-1680). Él fue segundo Conde de Rochester, un título que heredó de su padre que al parecer era alcohólico. Tuvo un mono como mascota, como podemos constatarlo en la pintura que lo evoca (además la biografía que de él hizo Graham Greene se llama Lord Rochester´s monkey; no la leí ni la leería, pero nos da la pauta de que el mono ES importante, si no el señor G.G. no le daría ni cinco).

“La sífilis, el alcoholismo y la depresión” lo borraron del mapa a John. Eso dice en wikipedia, y me figuro que el que lo escribió sí que leyó el libro de G.G. En todo caso no importa porque murió en el siglo XV, que es como decir que murió en Andorra o en alguno otro de esos países de la mitología griega. Esperemos que John haya disfrutado de una vida buena en su brevedad (lo hizo si tienen aunque sea una piza de autobiográficos los versos: “Este dardo de amor cuya filosa punta, bien probada, / con sangre virgen ha teñido a diez mil doncellas”; consta que sí es autobiográfico cuando pone enseguida: “con rígida firmeza, invadía por igual hombres o mujeres, y nada detenía su furia”)

Como sea, en toda esta entrada hay algo original. Es decir, tiene que haberlo porque si no: A. no tendría sentido hacerle perder el tiempo al lector con estas diatribas y B. sería poco cool, poco atinado, bastante bien ladri, en definitiva. Lo original es el poema, vamos, que lo copié de una antología llamada El libro del Amor, un grueso tomo de 600 páginas con narraciones, ensayos, poemas y cartas; un verdadero mamotreto del empalago pésimamente organizado por unas tales Diane Ackerman y Jeanne Mackin, compiladoras que me figuro muy románticas. El libro no tiene claves de lectura, los textos compilados no estan siquiera fechados y la única división interna consiste en: Narrativa, Ensayo, Poesía, Cartas y testimonios; es un libro de tapas duras editado por Javier Vergaras que conseguí a cinco pesos en Av. Corrientes.

¿Qué se cuenta en “El gozo imperfecto”? Es básicamente el monólogo interno de un hombre promiscuo luego de eyacular precozmente y no poder satisfacer a su amada Corina. Inicia con la narración del acto (Estrofas I y II), a continuación describe la condición de su pene (III) para luego injuriarlo y maldecirlo (IV). No tiene desperdicio, se los aseguro.

Vamos a su lectura. El resaltado en negrita es mío, para quienes quieran hacer la lectura exploratoria; a los que dispongan de tiempo los invito a paladearlo, como dicen los que gustan de los poemas (no es mi caso en la mayoría de los casos).

El gozo imperfecto

Desnuda yacía en mis brazos anhelantes;
yo estaba lleno de amor, ella rebosante de encantos,
ambos inspirados por ávido fuego,
derritiéndonos en caricias, ardiendo de deseo
con brazos, piernas, labios estrechamente ligados;
ella me aprieta contra el pecho y me succiona con el rostro;
su ágil lengua, rayo menor del amor, jugaba
con mi boca, y a mis pensamientos impartía
rápidas órdenes para que yo me dispusiera
a arrojar abajo la disolvente centella.
mi alma palpitante, impulsada por el filoso beso,
cuelga suspendida sobre balsámicos abismos de júbilo,
pero mientras su atareada mano guía esa parte
que debía llevar mi alma hasta su corazón,
en líquido embeleso me disuelvo,
me derrito en esperma, la derrocho en cada poro.
El toque de sus partes lo habían hecho:
sus manos, sus pies, aun su rostro era una vulva.

Sonriente, ella murmuraba un amable reproche
y se limpia del cuerpo mi pegajosa dicha,
a la vez que recorriendo con mil besos
mi pecho jadeante, pregunta si no hay más.
“¿Sólo este tributo al amor y al embeleso?
¿Y no saldaremos nuestra deuda con el placer?”

Pero yo, hombre consternado y perdido,
procuro en vano mostrar mi afán de obedecer.
Suspiro, ay, y beso, mas copular no puedo.
Ávidos deseos frustran mi primer intento,
la consiguiente vergüenza impide nuevos triunfos,
y la furia al fin confirma mi impotencia.
Aún su bella mano, que podría calentar
la escarchada vejez, e unflamar a fríos ermitaños,
aplicada a mi brasa extinguida no enciende
más fuego que si acercáramos llama a las cenizas.
Trémulo, confuso, angustiado, flojo, seco,
yazgo como un guiñapo ansioso, débil, inmóvil.
Este dardo de amor cuya filosa punta, bien probada,
con sangre virgen ha teñido a diez mil doncellas,
el cual Natura con tanto arte dirigía
que llegaba por el coño al corazón
(con rígida firmeza, invadida por igual
hombres o mujeres, y nada detenía su furia:
donde penetraba, encontraba o creaba un coño)
yace lánguido en esta hora infeliz,
encogido, sin savia, como una flor marchita.

Desertor, ruin traidor de mi lumbre,
infiel a mi pasión, fatal para mi fama,
¿por qué errada magia te revelas
tan leal a la lascivia, tan desleal al amor?
¿A qué ramera vulgar de baja estofa
alguna vez le has fallado en tu vida?
Si te guían el vicio, la enfermedad y el escándalo,
obedeces con oficiosa prisa,

como un bravucón que en las calles
provoca y empuja a los que encuentra;
mas si el rey o la patria reclaman su ayuda
el ruin traidor se encoge y oculta la cabeza;

tu coraje es igualmente indigno:
irrumpe en el burdel, invade a cada puta,
mas si el gran Amor tus embates solicita,
vil traidor a tu príncipe, no osas levantarte.

Peor para mí, y por tanto más odiada,
en toda la ciudad un poste célebre
donde cada ramera alivia la picazón de su coño
como los cerdos gruñones que se frotan contra las puertas:
que seas presa de voraces infecciones,
o te consumas en llanto agotador;
que la estranguria y el cálculo sean tu compañía,
que nunca orines, ya que te negaste a actuar
cuando mi alegría, impostor, dependía de ti.
Y que diez mil vergas más capaces reparen
el mal que infligiste a la ultrajada Corina.

No quiero dejar pasar el detalle (muy inglés) de comparar oblicuamente a Corina con el rey y con la patria al hacer la igualación pene-desertor (IV). Luego, al no poder entrar en conjunción con la mujer, platoniza, y platonizando practica la autocondena: en tono profético maldice a su pene a consumirse “en llanto agotador” (V).

No sabemos si después de lo narrado el protagonista del poema hizo algo al respecto de la insatisfacción de Corina. Si lo hizo no dejó huellas en el texto, lo cual es una pena. Pobre “ultrajada Corina”, esperemos que haya encontrado sus diez mil vergas de dicha.

8 comentarios:

  1. Simplemente increíble. Me deja sin palabras (aunque con varias risas).

    Que la precocidad no lo afane, don Calisto, o habrá quien diez mil vergas de dicha para usted requiera.

    Un abrazo

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  2. Porbecito John, me dio pene...!?

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  3. Excelente, Calisto. John Wilmot me parece un fascinante personaje de la historia. Justamente estoy buscando poemas y prosa suyos. Muchas gracias por compartir este hallazgo con nosotros. ORLANDO.

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  4. Hacer saber que llegó es el mejor agradecimiento. Adelante, con "rígida firmeza", compadre Orlando.

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  5. Pobres, parece que para un hombre es realmente humillante, pero se olvidan que las que se quedan esperando que bajen los humos somos las mujeres...
    Estoy segura que Corina supo esperar y se aventuró a revivir al amigo, por eso justamente no se pudo seguir escribiendo ^^

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  6. Estimada Menta, a esta altura yo espero que Corina haya buscado consuelo en otras vergas, porque sospecho que el autor pudo haberse pescado un bichito en eso de "donde penetraba, encontraba o creaba un coño", razón por la cual le costaba últimamente lograr una correcta erección.

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  7. Me pregunto en que mujeres se inspiró para hacer tanta poesia erótica... Me fascina, sin embargo, es distinta a todas y no bien aceptada por la sociedad. Triste y desilucionada nadie conoce a John Wilmot. Aun asi, felicidades y gracias por este maravilloso escrito relatado. Interesante...

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    1. Muchas gracias por comentar. Pasan los años y todavía no estudié como corresponde la biografía de Wilmot, pero es probable que no solo de mujeres se inspirara si no también de poesía erótica de otros/as autores/as.
      Lo que vale la pena en esta entrada es el poema en sí, que mi introducción es cada vez peor a medida que pasa el tiempo.
      Sin duda un poema atípico.

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