Madame Popodópulus le pone un broche al concurso

Bienvenidos, bienvenidos, queridos, pasen, tomen asiento, beban del exquisito té que hizo Madame Popodópulus para agasajaros. Sientan el aroma de la canela y el crisantemo, respirad, respirad, beberos el aroma de este té con vuestras mismísimas narices, dejadle penetrar suavemente en vuestras fosas nasales, abridle paso y sonreídle y decidle cosas agradables con vuestra alma, cosas tales como “ve, ve dulce tecico humoso, ve y endúlzame las papilas, esta tarde olvidemos todos, sólo háblame de amor”, sólo háblame de amor, y diciéndole todo esto como un susurro dadle un pequeño sorbo y dejad que el agua tibia y lenta os haga mimitos en la garganta, y prestad atención, porque Madame Popodópulus os va a hablar de cosas bellas, blandas y bonitas.

Si hay algo bello, blando y bonito en este mundo es una baguette. Pero una baguete en serio, de Francia, es decir una baguete. Y da la casualidad que Madame os ha traído baguete. Porque ella ha estado en Europa, es decir Europa y desde allí os baja estas delicias de singular exquisitez. Además y principalmente, Madame ha estado realizando un curso de Lady en Inglaterra, pues es en ese país que está tramitándosele el título (el de lady, claro, no el de inglesa, aunque son concomitantes). En el ciclo inicial de cursado Madame ha aprendido principalmente “ceremonial de captación del lector” y “egocificación del eje temático”. En el primero de ellos, Madame ha aprendido cómo comenzar un texto evocando en el lector una sensación agradable sin recurrir al campo semántico del erotismo y la cópula. En el segundo, Madame aprendió que siempre que hable debe hablar de ella, aunque sea de forma lateral, sugerente, apenas perceptible por el lector, como por ejemplo colocarse como sujeto en las oraciones y referirse a sí misma en tercera persona.

Madame aprendió que debe caeros bien y debe agradaros. Para ello hace una leve inclinación perfectamente estudiada y calibrada y continúa escribiendo y escribiendo un poco automatizada pero sin tanto rictus en el rostro, como si fuera natural a medias, como uno de esos jugos que vienen en cajas y que traen pulpa y que Madame Popodópulus no conoce porque ella no toca materiales innobles como el cartón o el papel higiénico. No, Madame Popodópulus solo toca las fotos de la última encuesta y piensa en los resultados; ella considera que no está muy satisfecha (en su interior, claro, nadie puede notarlo en su rostro) con los resultados y que todos los dibujos le parecen demasiado poco clásicos, o demasiado brillantes o demasiado cualquier cosa, pero eso es porque Madame Popodópulus aprendió en el museo de Louvre lo que es el arte plástico de verdad, genuino, comprobado con sello y todo, el arte que debería dar la vuelta al mundo pero que como es peligroso mejor dejarlo en el Louvre donde está a salvo. Al fin lo que a Madame le enseñaron a creer es que debe llevar el Louvre al mundo y es por eso que la han obligado a escribir esta columna en esta bitácora tercermundista. De este modo Madame Popodópulus ayuda en la noble y doble tarea de escarbar en vuestro arte, siendo a la par cual embajadora cultural, ayudando con su granito de arena a saquearos hasta la última gota de petróleo, y todo lo demás también.

Primero mira los dibujos de Menta y de Joaco Pez Cado, que recibieron dos votos cada uno y con mucha malicia piensa “seguro que uno es de ellos y el otro del novio o la novia”, pero no es lo que deja escapar de sus labios, sino que se pone diplomática, endereza la espalda, se acomoda un poquito porque el corsé de hierro le pellizca al costado pero los lectores no os dais cuenta, y por fin dice: “Un limón en blanco y negro y un limón con fondo negro, ay todo es negro, ay, ay, la desesperación, ay la fatalidad, uno mira un libro, otro delira corazones, ay la juventud, ay, ay, ay la negrura” y os deja un poco en el aire, lector, sin que vuestra merced sepa bien qué quiso decir Madame.


Pero resulta que ya estamos en otro párrafo y las fotos que pasaron son noticia vieja en un mundo en que las noticias viajan por enormes cables subacuáticos intercontinentales y en el cielo cruzan día y noche ondas y radios satelitales y es en este punto en que Madame os hace pensar en lo complejo y lo incierto y toma el dibujo que envió Melina Camacho y con mucha maldad piensa: “por un pelín se salvó de estar con los otros al final” pero no es eso lo que dice sino que es esto: “el niño mira a su izquierda, oh, mirada traviesa, oh, qué diabluras andarás haciendo por allí niño, oh, pequeño perdido limón” y os deja lector de nuevo un poco en ascuas, excepto a aquellos de vosotros que creen haberle encontrado un sentido y que habitualmente se tildan a sí mismos de intelectual. Pero Madame no se detiene en esos detalles porque ella es como el viento y ya se siente transportada por las musas griegas que le hacen cosquillitas en la espalda y que la llevan hacia las etéreas alturas.

Y en esas alturas, no tan lejanas, apenas con seis votos, Madame se encuentra con la obra de Nombre de la Rosa y se detiene y reflexiona y se dice: “esta es la clase de purrete que bien me querría muerta, disgustante, basta verlo con esa chaqueta de cuero y esa pose que me recuerda tanto a James Dean... que, al igual que el símbolo sexual de mi generación, me despierta amor y odio profundos” pero nos dice “te fuiste Limón y no volviste, por los senderos de James Dean, te fuiste Limón y no retornaste, por los caminos del photoshop” y cual hechicera que pasa y os deja trastabillando así Madame Popodópulus os pasa a buscar en su mágica alfombra hecha de poesía y refinamiento.

Y mientras con una mano sostiene la pluma del pavo real que sirvió en un ritual certificado por National Geographic (concretamente el del dios de la guerra Skenda, registrado en el número treinta y nueve de la edición de Mauricio, la isla) con la otra mano alza la foto de Nomo de Sastre y la contempla y en su mente se forman estos pensamientos: “el arte se fue al collage, que es como decir que salió al almacén” pero en su lengua se desenvuelven estos “este es el sol limón enterrado y enreverado en el fondo del pecho, este es el fuego fatuo enceguecedor y entrador, este es y no otro, este que aquí ves” y sigue sin deciros nada concreto ni haceros un análisis de la obra pero es que, pobre ella, la Madame, que no tiene materia prima con que analizar.

Y así, así, este viaje místico por la fibra y la vena del arte visual llega hasta los crayones del Valen, el hijo de Sofía Santarone, y al dibujo que hizo su madre. Madame Popodópulus suspira aliviada porque ya no tendrá que escribir mucho más, luego mira los ocho votos adjuntos al papel y luego piensa sobre el premio ganador: “Un niño con la cabeza deformada en un limón, típico del gusto de la gente de estas bitácoras” aunque opta por decir: “te aferras a ese libro escapándole al miedo, pero allí está el miedo, allí, enverdinegreciéndote las manos, eres el rostro oculto, Limón, el rostro que se escabulle”.


De este modo, con palabras llenas de misterio, Madame Popodópulus procederá a despedirse de vostros lectores, así que podéis ir dejando la tacita vacía sobre la mesa y el pedacito de baguete en el platito. No hay mucho más aquí, Madame os lo asegura. Es más, os compele a dejar de visitar esta bitácora, ¿qué sentido tiene?, ¿no os dáis cuenta de que aquí no hay ninguna seguridad, ninguna fecha establecida de publicación, ninguna periodicidad? A ver si abrís un poquitillo los ojos y os ponéis a cosas más importantes como buscar la manera de salirse antes de que este bote bicentenario se os de vuelta como con el corralito, a ver si aprendéis a temer un poquito más y dejáis de reíros un poquito menos, a ver si empezáis a transitar el camino dorado, el golden path, hacia el damiselado, hacia el caballerado, y quizás algún día logréis ser, derechos, pudorosos, ingleses: Lords and Ladies.

Madame (futura Lady) Popodópulus

PD: Y con respecto al premio, yo que usted, estimada Sofía, iría olvidándome bien prontito de recibir la prometida bicicleta. Ya os digo, este Calisto es un tilingo.

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