¡Mancha!

La mancha no salía. Y eso que yo le fregaba y le fregaba pero la mancha no quería salir. Estaba agarrada, prendida, enquistada. Tela y mancha parecían una y la misma cosa. ¡Encima tela blanca!, y encima tremenda mancha roja.
Restregaba nudillos contra nudillos, un poco con agua fría, un poco con agua caliente, pero no había caso. Qué pena no tener un cepillito de esos de plástico, de los baratos que se consiguen en cualquier lado por dos mangos. No, mucha elegancia, mucha grifería dorada y espejitos con firuletes y la mar en coche pero estos paquetes no fueron culo de dejar un cepillito de plástico. Y lo que es el jabón, madre santa… francamente me da miedo.
Un jabón turquesa. Así, como un baldazo de agua fría, como tener que freírte una milanesa con el aceite mixto ese que se inventaron cuando había sequía del de toda la vida. ¡No, pero si habría que llevárselos a todos presos por papanatas, nomás! ¿No se dan cuenta de que los jabones de colores manchan la jabonera? Y a veces se chorrean y dejan manchado el lavatorio, un espanto. Hasta las manos manchan esos jabones de porquería. No hay nada como un buen pan de jabón neutro, ya lo decía mamá. Jabón neutro, sin todos esos químicos que le ponen encima para darles perfumito maricón y colores turquesas, jabón neutro, blanco y macho y con olor a jabón, qué cornos. Si hasta lo podés usar para lavar los platos, o para untar una olla por afuera y ponerla a la llama viva y que no se te tizne. Una vez escuché de un tipo que se estaba muriendo de hambre en la montaña y que se comió el jabón neutro para sobrevivir. No llegó ni a la mitad, pero lo que importa es el ejemplo, el espíritu. Te podés estar muriendo de hambre pero siempre llevás un trocito de jabón neutro en el bolsillo. Pero claro, estos caretas se gastan cualquier guita en diseñar un baño con baldosas de dos colores y no te ponen un pan de jabón neutro ni de casualidad.
Tienen unos aparatos que deben tirarte hojitas de papel que, o bien nunca le ponen hojitas o nunca cambian el aparato porque hoy en día ya no vienen repuestos para las cosas, se te acaban y chau, las tirás y te comprás una nueva. Después tienen ese otro que te tira aire caliente en las manos que es una porquería porque siempre tenés que encenderlo dos veces para que te queden las manos secas, y en verano es una tortura, pero que me viene bien si logro arrancar esta mancha de la camisa porque si no, no se seca más y vuelvo a la mesa con el lamparón y no va a faltar uno que me pregunte qué me pasó y yo tenga que mentirle, que sería lo de menos, pero que si se le graba en la memoria me puede complicar la situación después, a la hora de los secretitos en voz baja y las buchoneadas. Porque lo que es acá, a todo el mundo le gusta el conventillerío. Si seguro que hay uno que viene a cada rato a ver si alguien utilizó la expendedora de condones para después ponerse a averiguar quiénes estuvieron entrando y saliendo y sacar cualquier conclusión. Acá todo es así. Parece una máquina de condones este lugar.
Entonces tienen expendedora de hojitas de papel, expendedora de aire caliente y expendedora de forros. También una de esas bandejas, no sé cómo llamarlas, pongámosle “bandejas desplegables”, pegadas a la pared para cambiarle los pañales a los bebés, como si a alguien se le ocurriera la descabellada idea de asear a un bebé en un baño de hombres, como si los baños de este país no estuvieran repletos de pedófilos y violadores, por Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario