Madame Popodópulus interpreta las encuestas, perdón, encuestaciones

Estimados confraternulios de esta bitácora pseudo literaria:
Mi nombre es Marina Evangelina Sorbina del Cántaro Popodópulus, pero podéis llamarme Madame Popodópulus, y dentro de poco Lady Popodópulus aunque no por el momento, ya que el título está en trámite. Fue comprado en Francia, un lejano y mitológico país de la Europa, lugar que ustedes, mezclados con el barro criollo de este país tercermundista seguramente no habéis oído mencionar. Fue un regalo de mi marido, Sir Antígono Onomástico Fantomás del Cántaro.

Por un azar del destino tuve que nacer en este país que de argento no tiene nada, salvo la platería de mi amiga Mirtha Legrand, pero gracias al buen criterio de mis padres se me educó en el colegio de la Santísima Britanidad de Hierro, donde fui instruida en la cultura más refinada y aprendí el arte de la interpretación de encuestaciones, además de ceremonial y protocolo, apreciación de la orfebrería, degustación de quilates, ordenanza de personal inferior, equitación de pony, frunción perineal e insultación calificada, entre otras muchas elevadas prácticas. Naturalmente, no tengo la mínima esperanza de que sepáis de qué hablo. Además, como estudié en un colegio europeo, en el que me enseñaron todas las lenguas del viejo continente, sus usos y costumbres, tengo el derecho, gracias al título enmarcado en marfil que tengo allí colgado, en la pared de ébano blanco, de inventar todas las palabras que yo quiera. Así que si no entendéis, no habléis; lo que vosotros opinéis no es importante. Lo importante es que me leáis sin chistar, ni chismorrotear, ni hacer ruiditos, ni nada. Calladitos y derechitos que Madame (futura Lady) Popodópulus acaba de sacarse el tapado de hipocampo importado de Salamanca y va a dar cátedra.

Vamos a las bases, a los cimientos fundacionales de la interpretación de encuestaciones. En primer lugar, en lo pequeño está lo grande y en lo grande está lo pequeño, como solía decir Napoleón, ese enano de entendimiento que tuvo un par de golpes de suerte en el campo de batalla. Este concepto nos ayudará a comprender la primera máxima de oro de la interprecuestación: una encuestación, no importa la cantidad ni calidad de preguntas o ítemes que tenga, siempre va a ser un reflejo fidedigno de la realidad, va a ser como un espejo pulido de lo que sucede en el mundo.

En segundo lugar, tenemos la máxima de Máximo sobre la fractación poliédrica de la encuestación. Esto implica que la encuesta, como fiel y absoluto reflejo de la realidad no siempre apunta para el mismo lado, el de la vida, sino que a veces apunta un poquito para los costados. En el caso que nos ocupa, apunta a un grupo de personitas que leen una bitacorita de un escritorcito y se creen por ello grandes intelectuales, gente culta, gente seria, con derecho al voto, la luz, el gas y todos los demás servicios básicos. En síntesis, el espejo de esta encuesta apunta bien, bien al costado.

Tercero y último: todo es absoluto, nada es relativo. Dejémonos de hipocresías y juegos de palabras, el blanco es blanco y el negro es negro. Si eres un negro, serás un negro toda la vida y deberás ser tratado como tal. Si compras el título de Sir, será porque Dios en su divina Providencia quiso depositar dinero en tu cuenta y la convicción de ser Sir en tu espíritu. De modo que el encuestatotoriador, si es bueno en lo que hace, sabrá cuáles son las opciones necesarias que dará al encuestatotoriado para contestar a la pregunta o consigna. Por ejemplo, si a mí me preguntan cuál es mi color favorito y me dan a elegir entre el rojo, el blanco y el verde, yo no puedo contestar «azul», porque no está previsto que yo responda de esa manera; al encuestatotoriador no le interesa si yo prefiero el azul, porque por algo el encuestatotoriador confeccionó así su encuestación, ¿me comprenden? Así que uno no se puede quejar. Salvo que el encuestatotoriador sea un pésimo encuestatotoriador, como es el caso que me toca analizar. Vamos a él.

La encuestación que irresponsablemente, sin pagar derechos de autoría y sin la debida autorización de la Santa Sede en estas regiones inhóspitas, se atrevió a publicar el señor, y mejor llamémosle “señor”, o mejor aún “señorito”, o “soñortito”, o “soretito” (risitas tapadas por mi abanico de carey hecho a mano por niños mancos de la isla de Santo Doroteo) de Calisto, consiste en la contestación de la siguiente consigna: «Cuando me lavo los dientes, yo…». Luego de esta propone las opciones junto a las cuales expongo los resultados obtenidos:   

1. Mojo el cepillo, luego le pongo la pasta  - 13 (46%)

2. Pongo la pasta, luego mojo el cepillo - 12 (42%)

3. Me los quito y los dejo toda la noche en una solución en base a cloroformo y detergente - 1 (3%)

4. Los dientes no se lavan, es una de las tantas mentiras que usan los burgueses para vendernos pastas de dientes - 2 (7%)              

Un total de veintiocho (veintiocho) lectores participaron de la encuestación. Entre los cuales se cuenta el propio Calisto, acto que, si estuviéramos en un país como la gente, le quitaría automáticamente la posibilidad de publicar nunca jamás. Y si estuviéramos en países donde se hace justicia de verdad, no solo eso sino que además se le amputarían las manos y la lengua, o al menos se le aplicaría un poco de electricidad pro. Pero no vayamos a extremos, todos sabemos que una sensata, tajante y práctica censura seguida de un efectivo exilio vale tanto o más que un castigo físico. Más aún en ciertos casos donde el autor de la bitácora no se llama como dice que se llama (atentos los lectores, espero que haya alguno entre los veintiocho que sepa captar las sutilezas de mis palabras).

Como esta es la primer encuestación que analizo para esta bitácora (y este no es momento para ponerme a explicar qué me llevó a participar en este espacio, pero ya habrá oportunidad) simplemente me voy a abocar a aplicar las tres máximas de oro a los resultados. Con el tiempo podremos complejizibilizar el análisis. Quizás. Veremos.

Aquí comprendemos que en este rinconcito del mundo, en esta pequeña esfera compuesta por simples veintiocho individuos, que a su vez son el reflejo de una sociedad, de un país, de una idiosincrasia, hay dos clases de individuos: los que mojan el cepillo antes y los que lo mojan después de poner la pasta. Podemos partir a la Argentina en dos, con un 46% y un 42% respectivamente.

Sin embargo no olvidemos que no todas las personas tienen sus dientes de nacimiento. Algunas son ancianas y pobres. Y bueno, ahí está esa minoría representada por un insignificante 3%. Apenas un solo voto. Lo que le da un aire de plurificalidad a esta bitácora, pero que a la sazón sabemos que no es más que la “broma” de algún “gracioso” al que le parece “divertido” que haya gente sin dientes en este mundo.

Pero lo peor de todo, estimados confraternulios, son los barbuditos revolucionarios. Esos sí que se creen graciosos, pero sus chistes no son con ancianos. No, son mucho peores. Estos individuos hacen chistes con la política y con la Santa Sede. Y todos los cristianos de buena laya sabemos que no hay nada menos gracioso que andar cuestionando a nuestras queridas instituciones. Porque no hay nada, pero nada, pero nada (salvo Dios, que lo es todo, todo, todo, todo), nada, decía, más sacrílego que andar atentando contra las instituciones. Y aunque parezca menor, aunque parezca un detalle insignificante, el cepillado de dientes también es una institución, señoras y señores, y una de las más pulcras del mundo. Así es que a esos dos individuos que respondieron por la cuarta opción quiero decirles, quizás apartándome ligeramente, solo ligeramente, de mi rol de interprecuestadora, que serán debidamente identificados y notificados a las autoridades correspondientes. Y para identificarlos usaremos toda la tecnología a nuestro alcance, todos los canes de que podamos disponer, todos los espías y agentes secretos que haga falta. Y os encontraremos, oh, sí que os encontraremos y os enseñaremos a lavaros los dientes y a decir “Dios” y “Patria” y “Mamá” y “Papá” y “Señor policía, aquella persona me resulta sospechosa”.

En definitiva, gracias al cielo, la gente común, que es la mayoría, se lava los dientes de una u otra forma y yo, particularmente yo en toda mi personería, no comprendo qué diferencia puede haber entre unos y otros. Pero bueno, quizás al “soretito” Calisto le parece que sí la hay. No sé, vayan a preguntarle.

Por último quería dirigirme a aquellas personas que usan una técnica diferente para lavarse los dientes, como por ejemplo no mojar el cepillo o mojarlo antes y después de ponerle la pasta. Solo puedo decirles que lean la máxima de oro número tres: todo es absoluto, nada es relativo. Si hay solo dos opciones, hay dos opciones y punto. Salvo, como dije más arriba, que el encuestatotoriador sea un inexperto, por no decir un imbécil, en el sublime arte de la encuestación. Aquí los hechos hablan por sí mismos. Lo que yo os aconsejo es que protestéis contra la exclusión a la que habéis sido sometidos por el “soretito” y manifestéis vuestro descontento, por ejemplo, dejando de leer esta bitácora, o poniendo abogados, o simplemente enviando a un buen y fiel sabueso rompehuesos (puedo pasaros números telefónicos de unos muy buenos que me recomendó Amelita Fortabat).

Ahora sí, queridos confraternulios, después de este extenso y delicioso análisis hecho por mi personería, me despido de ustedes frunciendo el pontoretete de la nariz y emitiendo un pequeño y exquisito gemidito inglés.

Au revoir.
Madame Popodópulus.

6 comentarios:

  1. Futura Lady: te banco a morir!

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  2. "Pero lo peor de todo, estimados confraternulios, son los barbuditos revolucionarios"
    "Lo que yo os aconsejo es que protestéis contra la exclusión a la que habéis sido sometidos por el “soretito” y manifestéis vuestro descontento, por ejemplo, dejando de leer esta bitácora, o poniendo abogados, o simplemente enviando a un buen y fiel sabueso rompehuesos (puedo pasaros números telefónicos de unos muy buenos que me recomendó Amelita Fortabat)."
    Jajaj quiero un número de esos :P voy a ser uso violento de la máxima de oro ^^

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  3. bien soretito, bien... una, por fin una... soretito!

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  4. Yo concuerdo con la vieja en lo de los "barbuditos revolucionarios"!! habría que matarlos a todos y también a los que usan insignias con la cara de el che Guevara o la A esa, de anarquía. Y también a los negros, los judíos y los bomberos!!

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  5. Excelente como siempre!!! Felicitaciones nene. Me encanto!!
    MOI

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  6. Mmmmm... ante tanto "gratia" latina, tanta empiria victoriana, tanta sofía helénica y tanta "culture" gala sólo puede uno decir lo siguiente:

    "Callate, vieja cheta y puta!!"

    ...mmmmmM ...sip, sólo eso.

    Nombre de la Rosa

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